LA BANQUETA, EL CAMPO DE BATALLA COTIDIANO

Aldo González Barrera
@aldo_banqueta

En México usamos el término “banquetas” para referirnos a las “aceras”. El origen de esta palabra proviene del contexto de fortificaciones militares, donde “banqueta” era un banco corrido al que los soldados se subían para disparar, protegidos por un parapeto. Este no es el único caso en el que el lenguaje militar ha trascendido hasta nuestros días, pero tal pareciera que ha influido en su triste destino. Más que andadores en México tenemos campos de batalla: pavimentos rotos, pendientes inclinadas, con postes atravesados, registros abiertos e incluso vehículos estacionados, son parte del paisaje cotidiano de millones de personas que transitan por nuestras calles.  

A pesar de los avances normativos de los últimos años en materia de movilidad sostenible, nuestras banquetas siguen reflejando una gran indiferencia y menosprecio al peatón con respecto al resto de los modos de transporte. Esto se evidencia en la baja cobertura de banquetas y su pobre calidad de diseño. Por ejemplo, el 52.4% de las manzanas urbanas tienen recubrimiento en el arroyo vehicular, pero solo el 37.2% de esas manzanas tienen banquetas. Además, en las banquetas existentes, solo el 22.7% tienen rampas en las esquinas y esto sin considerar su calidad de diseño o su mantenimiento.  

Según la OMS, las lesiones no intencionales por caídas en la vía pública constituyen un problema de salud pública creciente y poco reconocido. El Informe sobre la Prevención de Accidentes en Grupos Vulnerables 2021 (STCONAPRA, 2024) muestra que en México las caídas ocasionaron un total de 2,111 defunciones y 3,122,190 lesiones accidentales. El riesgo de lesiones por caídas aumenta con la edad y generan secuelas como limitación o dificultad para moverse o caminar, lo cual contribuye al incremento en el número de personas que viven con discapacidad o movilidad limitada en México. 

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Esta situación genera un círculo vicioso, ya que dicha población es la más afectada por la mala calidad de nuestras banquetas. Cualquier desnivel o irregularidad en la superficie puede impedirle su uso de forma autónoma, y con ello el ejercicio de derechos fundamentales como la salud, educación o trabajo. 

Por ello celebro que la 8va Semana Mundial para la Seguridad Vial de las Naciones Unidas tenga como objetivo que el caminar sea cómodo y seguro para todas las personas. Pero para logarlo se requerirán más que buenas intenciones, será necesaria la actuación decidida de autoridades municipales. Independientemente de lo que digan los reglamentos locales, existen distintos actores que intervienen en su operación, como los propietarios de predios adyacentes, comerciantes y proveedores de servicios públicos (agua, luz, drenaje, teléfono). La propia fragmentación administrativa ha entorpecido la gestión de las banquetas, por lo que, como primer paso, se podría consolidar una autoridad rectora de su diseño, construcción y mantenimiento.  

A partir de ahí se debe implementar una política de universalidad en el acceso a banquetas de calidad, sin distinción de códigos postales. En ese sentido, es imperante transformar el paradigma que concibe a las banquetas como un simple pasillo de circulación individual y se reconozcan como espacios públicos de uso comunitario, fundamentales para reconectar los barrios, tanto al interior como al exterior. Solo cuando nuestras banquetas dejen de parecer campos de batalla y se conviertan en territorios de paz, podremos comenzar a construir las ciudades cuidadoras, sostenibles y prósperas que tanto deseamos.

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