PONGÁMONOS EN LOS ZAPATOS Y RUEDAS DE OTRAS Y OTROS.
Estaban Muñoz
@Bicitógrafo
Sales de tu casa a las 11 de la noche, enciendes el auto y te lanzas por unos tacos porque has tenido ese antojo desde la mañana. Lo haces sin pensarlo demasiado. Al amanecer, sales a correr por tu cuadra, pero en el trayecto debes sortear rampas para autos que parecen bardas, bajar al arroyo porque tu vecino insiste en estacionarse sobre la banqueta, y esquivar postes de luz colocados justo en medio del paso. Aun así, continúas, porque—como a muchas personas—te enseñaron que “por ahí pasas”.
Ahora, imagina todo lo anterior sin auto, usando muletas o una silla de ruedas. Necesitas salir a la tienda. ¿Podrías hacerlo sin sentirte incómoda, inseguro, frustrada? ¿Sería fácil cruzar una calle, esquivar una banqueta rota o evitar los postes que obstaculizan el paso? Cambiar la forma de desplazarse, aunque sea solo por un momento, nos permite ver que el problema no es solo la actitud individual, sino el diseño de nuestras calles.

El problema de fondo es que nuestras ciudades—y León no es la excepción—están construidas con el auto como prioridad. Las banquetas son angostas, las ciclovías están mal conectadas o carecen de barreras de protección, y quienes caminamos, nos movemos en silla de ruedas o pedaleamos, parecemos estar de paso en espacios que no han sido diseñados para nosotros. En lugar de priorizar la seguridad de quienes se desplazan con su cuerpo, se priorizan la velocidad y la comodidad del coche, lo que aumenta la exposición a incidentes viales.
Así, lo que debería ser un derecho—salir con tranquilidad a caminar, moverse en silla de ruedas fácilmente, andar en bicicleta sin miedo, cruzar una calle sin arriesgar la vida—se convierte en un privilegio que no todas las personas pueden permitirse. Tener una ciudad diseñada para todas y todos, con seguridad vial garantizada, permite que una niña vaya sola y tranquila a la escuela, una persona adulta mayor acuda sin obstáculos al médico, y alguien con discapacidad haga sus compras sin dificultades. ¿Consideras que en tu ciudad esto es posible?

Sí, la seguridad vial es una tarea que nos involucra a todas y todos, pero no podemos ignorar la importancia de la infraestructura. Necesitamos espacios que nos permitan sentirnos cómodas, cómodos, seguras y seguros en nuestro andar diario, sin importar si caminamos, usamos silla de ruedas, bicicleta o transporte público. Las calles deben ser pensadas para todas las personas, no solo para quienes deciden andar siempre en coche.
Reflexionar sobre esto es el primer paso, pero lo que sigue es aún más importante: actuar. Exigir banquetas dignas, ciclovías seguras y accesibles, calles completas que incluyan a todas las personas. Cambiar la forma de ver y usar el espacio público. Entender que la movilidad no es solo un trayecto, sino una cuestión de justicia social. Porque cuando moverse a pie, silla de ruedas o en bici se convierte en un acto valiente, es señal de que algo anda muy mal… y es hora de cambiarlo.
Nos vemos en el camino.
Share this content: