EL DERECHO INFANTIL A LA CIUDAD

Javier Reséndiz
@javirphoto @bicinetamx

Cuando hablamos del derecho a la ciudad, rara vez pensamos en las infancias. La
infraestructura urbana no suele diseñarse pensando en los más vulnerables; al menos no en
el último siglo, y mucho menos desde una perspectiva infantil. Las calles han sido creadas
para priorizar a los vehículos: entre más rápidos y pesados, mejor. Esta lógica ha
normalizado las largas filas de automóviles para dejar y recoger a niñas y niños en las
escuelas, porque resulta impensable que lleguen caminando, o peor aún, pedaleando.
¿Qué sería de nuestras infancias si quisieran llegar a sus escuelas en bici, patines o
scooter? Considerando la infraestructura actual, probablemente enfrentarían altos índices
de accidentes y defunciones, provocados por la nula seguridad en las calles, la ausencia de
espacios para desplazarse sin recurrir a vehículos de toneladas, y por la velocidad excesiva
que se ha vuelto parte del paisaje urbano.
A esto se suma una cultura profundamente arraigada a favor del coche. Una forma de
pensar que ridiculiza, minimiza y desprecia a quienes optan por caminar o usar la bicicleta,
alejando a quienes desean hacer un cambio en su estilo de vida, pero que se ven orillados a
no hacerlo por una sociedad que no lo permite.
La infancia debería ser contemplada como eje central en el diseño de infraestructura. Calles
seguras para caminar o pedalear, espacios con sombra para mitigar las altas temperaturas,
incluso áreas para jugar, podrían fomentar desplazamientos más sostenibles y menos
dependientes del automóvil.

La realidad es que nuestras calles son sumamente peligrosas. Desde el ruido y la velocidad
excesiva de los autos, hasta la falta de banquetas amplias y seguras o de cruces
peatonales que realmente prioricen a los más vulnerables. Todo esto impide que niñas y
niños ocupen el espacio público como un lugar de exploración, juego y desarrollo personal.
La movilidad desde la mirada infantil no solo exige seguridad vial, sino también amabilidad
urbana. El niño que camina o va en bicicleta necesita sombra, tiempos de espera cortos en
los semáforos, y espacios donde se le vea como prioridad, no como obstáculo. Necesita
que su trayecto a la escuela no dependa de un auto, sino de una red segura de movilidad
activa y transporte público accesible.

WhatsApp-Image-2025-04-11-at-5.24.45-PM-1024x1024 EL DERECHO INFANTIL A LA CIUDAD

Cada vez que un niño no puede caminar a la tienda de la esquina, ir solo al parque o montar
en bicicleta sin miedo, estamos fallando como sociedad.

Es urgente un cambio de visión: políticas públicas que escuchen a la infancia,
infraestructura urbana que priorice su bienestar y seguridad, y una ciudadanía que entienda
que garantizar el derecho infantil a la ciudad es construir comunidades más equitativas,
saludables y felices para todos. Si diseñamos una ciudad en la que un niño pueda moverse
libremente y sin miedo, habremos creado una ciudad mejor para todas las personas.

Share this content: